Del paradigma de la dignidad al de la caridad

En este momento histórico y político dos visiones de justicia social parecieran polarizarse: la idea de dignidad por un lado y la de caridad por el otro.
Ambas visiones promueven acciones diferentes de un Estado que, si asume en qué plato de la balanza pondrá su peso, favorecerá a unos en detrimento de otros.

Pensar un Estado al servicio de quien no puede satisfacer sus necesidades primarias como reconocedor de un derecho, es enfocar desde una mirada diferente la satisfacción de las necesidades. Es simplemente enfocarse en el artículo 75 inc. 23 de la Constitución Nacional.

Sin embargo, pensar al Estado en lo que se refiere a la vulnerabilidad social como asistencia pura y exclusivamente implicaría cancelar derechos y oportunidades.

En ambos casos el Estado tiene la obligación de garantizar la supervivencia de sus ciudadanos y de contener a los que no logran autoabastecerse. Las múltiples formas de convivencia arrojan personas a la deriva del sistema, esas personas son calificadas como vulnerables y constitución crea la obligación al Estado de contenerlas y garantizarles sus derechos que incluyen educación, salud y estar a su servicio, mejorando las condiciones con la creación de condiciones de autoabastecimiento, autonomía y oportunidades laborales.

En el paradigma de la dignidad esas personas reciben del Estado lo que por derecho les corresponde y lo que por obligación éste les debe.

En el paradigma de la caridad las mismas personas reciben del Estado desde la perspectiva de la limosna.

Es una mirada donde el vulnerable (vulnerabilidad, producto de la mala administración de su vida) provoca su propia situación, es el primer culpable en la cadena de abandono. Entonces el Estado se propone como el salvador caritativo o el represor implacable. Y desde la perspectiva de la salvación, más alguna premisa humanitaria de solidaridad (no ya como obligación del Estado), da (en un acto de superioridad) el sobrante de sus utilidades, que suele ser muy poco porque son Estados que se declaran austeros, deficitarios y deudores. Con compromisos financieros mucho más urgentes que la vulnerabilidad de un grupo que no es ni próspero, ni rentable ante la mirada ortodoxa de la economía de mercado. En este marco la dignidad tiene precio. Y muy alto. Está reservada sólo a quienes pueden pagarlo.

La caridad entonces, si bien es recepción por parte del vulnerable, hace foco en el hecho de dar. Pues cuando se plantea el enfoque en el hecho de recibir como derecho y no como carencia, se desenfoca el dador y pierde su superioridad material y ontológica. Lo convierte en un igual.

La complicada visita del primer ministro israelí al congreso norteamericano

Netanyahu en el Congreso de EEUUEl primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, invitado por el partido republicano dio un discurso en EEUU ante un congreso, en donde la nota más destacada fue ausencia la vicepresidente Joe Biden y de los  53 congresistas demócratas. Netanyahu argumentó en su discurso, que el acuerdo que contempla un congelamiento de las actividades nucleares de Irán pero no la destrucción de la infraestructura para fabricar armas. El ministro israelí destaco que “su país peleará solo contra un Irán con armas nucleares si es necesario”. Uno de los aspectos más cuestionables de esta visita son las repercusiones internas que la misma genero en ambos  países, como bien señala esta nota de Carlos Chirinos para la BBC: “En Israel, donde en dos semanas se realizarán elecciones generales, la visita del primer ministro es vista como una jugada ventajista con la que el aspirante a la reelección pretende presentarse como el candidato mejor posicionado para el manejo de los asuntos exteriores del gobierno de Tel Aviv.

En EE.UU. la presencia del israelí tiene más enfrentados que nunca a republicanos y demócratas, al punto que varios de los legisladores del partido de gobierno decidieron no estar presentes durante la intervención de Netanyahu.

Haberle permitido esa plataforma tan cerca de las elecciones equivale a darle un respaldo a su opción, temen algunos.”

La bomba diplomática que dejó Netanyahu en Washington, por Carlos Chirinos